A fines del siglo XIX y principios del siglo XX la pretendida superioridad racial de buena parte de Europa y Estados Unidos no sólo era ejercida en los territorios dominados en plena etapa imperialista, sino que también fue visibilizada en sus propios países a través de “zoológicos humanos” donde se exhibían grupos de personas de los países conquistados.
Por Prof. Juan Scollo
Cartel promocionando una de las exposiciones de humanos en el Jardín de Aclimatación de París Una mujer alimenta a una niña exhibida como parte de la Exposición Universal de Bruselas en 1958 Ota Benga fue exhibido en el Zoológico del Bronx en Nueva York en la “Casa de los Monos”
Entre 1873 y 1896 entró en crisis la hasta entonces imparable expansión capitalista iniciada durante la segunda fase de la Revolución Industrial. La receta de los países centrales para salir de la “gran depresión” fue una combinación de dos políticas: medidas proteccionistas (aranceles a la importación) y la conquista de nuevos mercados para sus economías. Es ese proceso de expansión de los países industrializados sobre otros territorios (sobre todo Asia, África y América Latina), ya sea controlándolos directa o indirectamente, al que se denomina imperialismo.



LA LEGITIMACIÓN DE LA DOMINACIÓN.
A grandes rasgos, la legitimación de la dominación sobre otros territorios (y sus sociedades) por parte de las potencias imperialistas se montó sobre dos ideas en auge en el último tercio del siglo XIX.
Por un lado, el nacionalismo esencialista, que reforzaba el sentimiento patriótico como forma de identificar los valores culturales propios de una comunidad y unirla afectivamente y, al mismo tiempo, defender la expansión imperialista y belicista como manera de concretar el “destino de grandeza” que la historia les reservaba.
Por otra parte, es un período de amplia difusión de las ideas biologicistas para explicar las diferencias culturales entre las sociedades. Entre ellas, se aplicaron al ámbito social las teorías de Charles Darwin, quien explicaba la evolución de los seres vivos como una consecuencia de la lucha por la supervivencia en la cual se imponen los más aptos.
RACISMO EXPLÍCITO.
Así, el “darwinismo social” estableció que existían diversas “razas” humanas con elementos físicos hereditarios (color de piel, tamaño del cerebro, forma del cráneo y de la cara) y características intelectuales, sociales y culturales particulares. Y, aplicando el concepto biológico darwiniano de especies superiores e inferiores, se elaboró una clasificación entre “razas superiores” (los blancos) y “razas inferiores” (los negros, los amarillos).
Esos falaces supuestos científicos sirvieron entonces para justificar la dominación de otras culturas y el racismo se incorporó al sentido común se las sociedades de los países imperialistas. De ahí a los zoológicos humanos sólo faltaba un paso.
Un fragmento de un discurso en 1897 de Joseph Chamberlain, secretario de Asuntos Coloniales de Gran Bretaña, grafica esta confluencia de ideas a la hora de legitimar la dominación imperial: “Ahora sentimos que nuestro dominio sobre estos territorios sólo puede ser justificado si logramos felicidad y prosperidad para el pueblo y sostengo que nuestro gobierno trae y ha traído seguridad y paz y relativa prosperidad a países que nunca habían conseguido esos beneficios. Para llevar adelante esta tarea de civilización estamos realizando lo que creo que es nuestra misión nacional y estamos encontrando un enfoque más ajustado para el ejercicio de aquellas facultades y cualidades que han hecho de nosotros una raza gobernante”.
EL ESPECTÁCULO RACISTA EN ZOOLÓGICOS HUMANOS.
La pretendida superioridad racial de buena parte de Europa y Estados Unidos no sólo era ejercida en los territorios dominados. También fue visibilizada en sus propios países para reafirmar el orgullo nacional y las teorías biologicistas que cimentaron la “misión civilizatoria” imperialista.
Para ello se multiplicaron y popularizaron en muchas ciudades europeas y algunas estadounidenses los llamados zoológicos humanos, que consistían en exposiciones o espectáculos temporales donde se presentaban al público individuos de etnias consideradas exóticas y habitantes de los pueblos colonizados. O sea, grupos de indígenas, árabes, indios, turcos y, sobre todo, africanos fueron exhibidos en jaulas o espacios cercados. A veces incluso eran encerrados con monos, camellos u otros animales de la región de donde procedían.
Mujeres, niños y hombres formaban parte de las muestras Distintas tribus y étnias eran exhibidas a millones de europeos que pagaban por verlas en sus ciudades
Por cierto, en muchos casos esas personas fueron raptadas y secuestradas de sus comunidades por exploradores blancos y vendidos a empresarios coloniales. Los indígenas muchas veces morían durante las extenuantes giras por las distintas metrópolis.
EL EXHIBICIONISMO DE LOS “CIVILIZADOS”.
Caricatura sobre la Conferencia de Berlín, en la cual en 1885 se estableció el reparto de África
Francia, país que en la década de 1860 avanzó en el sudeste asiático y ocupaba buena parte del norte de África, acogió entre 1877 y 1912 una treintena de exposiciones de este tipo en el Jardín Zoológico de Aclimatación de París. Millones de visitantes franceses pudieron observar tras las rejas a familias enteras de pueblos indígenas del mundo (nubios, bosquimanos, zulúes, lapones, kali’nas, selknam, mapuches, entre otros). Escenas similares se repitieron en las Exposiciones Universales de París en 1889 y en 1900, en las cuatro exposiciones coloniales celebradas entre 1906 y 1931 en la capital y en Marsella, además de la posibilidad de verlos en las compañías itinerantes que pasaban periódicamente por Francia.
De todos modos, el país que un siglo antes había promovido la “libertad, igualdad y fraternidad” lejos estuvo de ser el único. En Alemania, por caso, también se montaron este tipo de espectáculos. De hecho, el precursor de las exposiciones antropozoológicas fue el zoólogo y comerciante alemán Karl Hagenbeck, quien en 1874 decidió ampliar sus shows de fieras enjauladas con personas. Samoanos, lapones y nubios se exhibían en escenarios que pretendían recrear el entorno natural de esas comunidades. El éxito de taquilla de las presentaciones lo llevó a recorrer varios zoológicos alemanes y franceses.
Un cartel de promoción de una feria colonial en Alemania en 1928 Otra publicidad de las exhibiciones humanas Berlin 1931
PASÓ AYER.
Bélgica, país que ocupaba brutalmente el Congo, no sólo sobresale por haber organizado zoológicos humanos, sino que también tiene el vergonzante palmarés de haber sido sede del último de estos espectáculos. Su capital, Bruselas, acogió en 1958 (hace apenas 62 años) una Exposición Universal en la cual se dispusieron tres hectáreas de jardines tropicales para exhibir 400 hombres, mujeres y niños traídos de sus colonias en África. Más de 41 millones de personas pasaron por allí como espectadores, teniendo la posibilidad de lanzarles comida a los congoleños ubicados detrás de las rejas (siete de los cuales murieron de neumonía y gripe en un invierno crudo).
Una mujer alimenta a una niña exhibida como parte de la Exposición Universal de Bruselas en 1958 La “villa senegalesa” en la Expo Universal de Bruselas en 1958
AMÉRICA NO SE SALVÓ.
La fiebre de exhibicionismo racista del imperialismo no dejó afuera al “Nuevo Mundo”, ni como víctima, ni como victimario de los zoológicos humanos.
En este último sentido, con motivo de la organización de la Exposición Universal de St. Louis en 1904, el comerciante estadounidense Samuel Phillips Verner fue enviado a África para traer pigmeos con el fin de ser expuestos durante la feria. Verner negoció con comerciantes de esclavos y volvió a Estados Unidos con nueve de ellos, traídos del Congo belga. El más conocido fue Ota Benga, quien, además de por su baja estatura, sobresalía por tener los dientes recortados en forma de punta.
Grupo de pigmeo exhibidos en St. Louis Niña filipina observada por el público Indígenas filipinos mostrados en Estados Unidos
Finalizada la Expo, Ota Benga pasó al Museo Americano de Historia Natural, desde donde finalmente recaló en el zoológico del Bronx en Nueva York. Benga se alojaba en la Casa de los Monos.
Los dientes afilados de Ota Benga Ota Benga fue exhibido en el Zoológico del Bronx en Nueva York en la “Casa de los Monos”
Sin embargo, por la presión de la iglesia afroamericana baptista, el espectáculo duró menos de un mes y se canceló. Benga estuvo bajo la tutela de una familia estadounidense, recibió educación, se le repararon los dientes y consiguió un trabajo. Sin embargo, apenas una década después de haber sido exhibido en el zoológico del Bronx, a los 32 años Benga prendió un fuego ritual, se arrancó las coronas que le habían implantado en los dientes, bailó una danza tradicional y se disparó en el corazón con una pistola que había robado.
EL DRAMA DEL FIN DEL MUNDO CON LOS ZOOLÓGICOS HUMANOS.
Los zoológicos humanos y la exhibición del racismo imperialista también tuvo como víctimas de sus “redes comerciales” a comunidades de pueblos originarios del Cono sur. Entre los casos mejor documentados está el rapto de once fueguinos (4 varones, 4 mujeres y tres niños) en la zona del estrecho de Magallanes por parte de un marino alemán. Primeramente, los exhibieron en 1881 en el Jardín de Aclimatación de París. Luego estuvieron tres semanas en Berlín, donde fueron depositados en el recinto de las avestruces. La gira continuó por Leipzig, Múnich, Stuttgart y Núremberg. Cuando llegó el turno de las presentaciones en diversas ciudades suizas la salud de los indígenas estaba tan deteriorada que debieron cancelarse.
El empresario a cargo del siniestro tour decidió enviar a los cinco sobrevivientes de vuelta a Punta Arenas. Sólo cuatro de ellos lograron retornar vivos.
Dos años más tarde, en 1883, hay registros que confirman la exhibición de 14 mapuches en el Jardín de Aclimatación de París. Apenas cinco años después, otro grupo de indígenas Selk´nam (Onas), pertenecientes a una misma familia, fueron raptados de Tierra del Fuego por el belga Maurice Maître para ser exhibidos en Paris en 1889. Sólo un niño del grupo sobrevivió y logró retornar a Chile.
Indígenas fueguinos posan junto a Maitre en París (1881) Fueguinos y mapuches exhibidos en el Jardín Zoológico de Aclimatación de París Mapuches en París